Este fin de semana vi Up, una bonita película de Walt Disney Pictures y Pixar Animation Studios. Muy tierna.
nunca es tarde para cumplir tus sueños;
siempre hay una vida que puede renacer en ti, sólo es cuestión de dejarse;
la esclavitud del apego a los objetos, a los recuerdos y a las ideas;
la importancia del cariño;
la agradable cotidianeidad frente a la incertidumbre de la aventura;
hay muchas formas de vida (para mí y para los demás)....
siempre hay una vida que puede renacer en ti, sólo es cuestión de dejarse;
la esclavitud del apego a los objetos, a los recuerdos y a las ideas;
la importancia del cariño;
la agradable cotidianeidad frente a la incertidumbre de la aventura;
hay muchas formas de vida (para mí y para los demás)....
Y otras muchas sugerencias...
El personaje del explorador Charles F. Muntz ilustra un tema que me parece muy interesante. Su ego, su necesidad de ser reconocido, le hace vivir sólo para el objetivo con el que cree que lo lograría, convirtiéndolo en un ser monstruoso y vil. El ego, cuando no sabemos liberarnos de él, nos hace lesivos y autodestructivos.
Es curioso. Necesitamos reconocimiento, pero si lo necesitamos demasiado, esa necesidad nos destruye. Es curioso, porque, además, parece que si prescindimos demasiado de nuestra identidad, si nos “vaciamos” demasiado, desembocamos también en una forma de destrucción. ¿Una de esas paradojas aporéticas?
Entonces, se trata de ¿buscar reconocimiento o huir de esa necesidad?
Creo que hay un primer nivel en el proceso de crecimiento donde la persona necesita sentirse reconocida para el desarrollo de su autoestima. Una vez superada esta fase -si se supera- el crecimiento o desarrollo de la persona tiene que ir perdiendo conexión con la necesidad de reconocimiento y buscando en su propia inmanencia. De esto trataba precisamente uno de mis primeros posts: "Una aproximación al crecimiento personal desde el deseo".
El proceso de socialización (en el niño, en el adolescente…) es, en cierta forma, adquirir consciencia de las formas de reconocimiento social que se dan, y tratar de adaptarse a través de comportamientos que le ayuden a lograrlo y configurar una identidad con la que uno se sienta a gusto (o, al menos, se defienda con ella, permitiéndole desenvolverse con cierta autonomía en la sociedad, dependiendo de edades y otras circunstancias). Recientemente una persona me comentaba que "ligaba" mucho en su adolescencia o temprana juventud, pero ahora es consciente de que no lo hacía por sí misma, sino porque "le resultaba fácil, más fácil que aprobar", y era una forma de lograr un cierto reconocimiento en su clase y entorno de amigos. Otra amiga, en cambio, trataba de lograr reconocimiento aplicándose en los estudios, ligar no le resultaba tan fácil.
La necesidad de reconocimiento, nos orienta, en cierta forma, a renunciar a nuestro ser auténtico. O bien nos conduce a diluirnos en la masa, o al extremo de un ego destructivo.
Leo en un post de Maria ptqk (Un manual de auto-ayuda para creative class. Regla nº 1: Ignora a todo el mundo), en el que traduce unas "reglas" propuestas por el viñetista Hugh MacLeod, estas frases que vienen a cuento:
- "No intentes destacar de la masa. Evita la masa."
- "La mejor forma de obtener reconocimiento es no necesitarlo."
Reflexionando sobre todo esto, me viene otro elemento: el poder. El poder influye en los mecanismos de reconocimiento, con lo que muchas formas de reconocimiento operan como formas de reproducción y consolidación del poder establecido. El reconocimiento, no es por tanto un mecanismo neutro, ajeno a las estructuras de poder. Y para poder escapar de esta lógica perversa sólo hay un camino: cultivarnos. Capacidad y actitud crítica, cultura, reflexión, madurez...
Así, uno de los mecanismos de poder más efectivos es el de adocenar a la sociedad (telebasura, infobasura, etc.)[1]. De esta manera, se logra la asunción masiva de las formas de reconocimiento social que interesa al sistema, es decir, reconocimiento según los estilos de vida y consumo. A título de ejemplo, esta cita del artículo "La vida sin tiempos muertos" de María Antonia Sánchez Vallejo: "[Además de haberse convertido en un bien de consumo obligatorio] la variable económica del ocio conlleva otra de estratificación social. El ocio nos especifica y nos estratifica socialmente."
En el reciente post Profesional de alto nivel planteaba, precisamente, una profesionalización desde el desarrollo personal integral. Para ello el verdadero profesional debe alejarse de la excesiva dependencia de la imagen y el reconocimiento. Lo que vale realmente es el significado que él o ella confieren a su trabajo. Tratar de buscar siempre formas inmediatas de reconocimiento u orientar la acción de uno persiguiendo imagen son caminos para abortar lo que podría ser una carrera hacia un gran profesional. Pero todo esto está muy presente: vivimos en la era donde la imagen fagocita a lo auténtico. El poder establecido tiene obviamente mucho más dominio y control sobre la imagen que sobre la emergencia de personas críticas, reflexivas, cultas, audaces, dispuestas a transformar la realidad.
Pensemos, por ejemplo, que todos los periodistas que ejercen, iniciaran una escalada hacia una profesionalización de alto nivel en el sentido del que hablábamos. En algo -en mucho- cambiarían los medios de comunicación, ¿verdad?. Y ello tendría un efecto multiplicador en el resto de la sociedad...
Ahondando en los riesgos para el profesional (y la persona) de la excesiva búsqueda de reconocimiento, pensemos, por ejemplo, en un profesional destacable por su liderazgo en procesos de transformación. Alfonso habló en una de nuestras sesiones del Foro Hobest sobre la idea del líder autodestructivo (Julen lo citó en este post, aunque con otros matices): El líder que tiene necesidad de seguir siendo el líder, seguir siendo reconocido como tal pase lo que pase… termina por hacerlo mal, hacer daño y hacerse daño. Una persona que vaya creciendo en su aportación a los demás, en su capacidad de ayudar al desarrollo de los demás, debe aprender a hacerse prescindible, a desaparecer, a no ser necesaria, a autodestruirse como líder por el bien de su entorno, y también por ella misma, para seguir construyéndose y construyendo como persona y como profesional. Quizá hasta debe aprender a que otros a veces le vean como perdedor, a no estar siempre en las alturas.
Por cierto, que de esto también hablé en “El mal de alturas”, mi primerísimo post (donde veo que os hablaba de usted). Y además viene que ni pintado con las alturas de Up... Comentaba Espectra: unos de los comentarios más bonitos de este blog.
El personaje del explorador Charles F. Muntz ilustra un tema que me parece muy interesante. Su ego, su necesidad de ser reconocido, le hace vivir sólo para el objetivo con el que cree que lo lograría, convirtiéndolo en un ser monstruoso y vil. El ego, cuando no sabemos liberarnos de él, nos hace lesivos y autodestructivos.
Es curioso. Necesitamos reconocimiento, pero si lo necesitamos demasiado, esa necesidad nos destruye. Es curioso, porque, además, parece que si prescindimos demasiado de nuestra identidad, si nos “vaciamos” demasiado, desembocamos también en una forma de destrucción. ¿Una de esas paradojas aporéticas?
Entonces, se trata de ¿buscar reconocimiento o huir de esa necesidad?
Creo que hay un primer nivel en el proceso de crecimiento donde la persona necesita sentirse reconocida para el desarrollo de su autoestima. Una vez superada esta fase -si se supera- el crecimiento o desarrollo de la persona tiene que ir perdiendo conexión con la necesidad de reconocimiento y buscando en su propia inmanencia. De esto trataba precisamente uno de mis primeros posts: "Una aproximación al crecimiento personal desde el deseo".
El proceso de socialización (en el niño, en el adolescente…) es, en cierta forma, adquirir consciencia de las formas de reconocimiento social que se dan, y tratar de adaptarse a través de comportamientos que le ayuden a lograrlo y configurar una identidad con la que uno se sienta a gusto (o, al menos, se defienda con ella, permitiéndole desenvolverse con cierta autonomía en la sociedad, dependiendo de edades y otras circunstancias). Recientemente una persona me comentaba que "ligaba" mucho en su adolescencia o temprana juventud, pero ahora es consciente de que no lo hacía por sí misma, sino porque "le resultaba fácil, más fácil que aprobar", y era una forma de lograr un cierto reconocimiento en su clase y entorno de amigos. Otra amiga, en cambio, trataba de lograr reconocimiento aplicándose en los estudios, ligar no le resultaba tan fácil.
La necesidad de reconocimiento, nos orienta, en cierta forma, a renunciar a nuestro ser auténtico. O bien nos conduce a diluirnos en la masa, o al extremo de un ego destructivo.
Leo en un post de Maria ptqk (Un manual de auto-ayuda para creative class. Regla nº 1: Ignora a todo el mundo), en el que traduce unas "reglas" propuestas por el viñetista Hugh MacLeod, estas frases que vienen a cuento:
- "No intentes destacar de la masa. Evita la masa."
- "La mejor forma de obtener reconocimiento es no necesitarlo."
Reflexionando sobre todo esto, me viene otro elemento: el poder. El poder influye en los mecanismos de reconocimiento, con lo que muchas formas de reconocimiento operan como formas de reproducción y consolidación del poder establecido. El reconocimiento, no es por tanto un mecanismo neutro, ajeno a las estructuras de poder. Y para poder escapar de esta lógica perversa sólo hay un camino: cultivarnos. Capacidad y actitud crítica, cultura, reflexión, madurez...
Así, uno de los mecanismos de poder más efectivos es el de adocenar a la sociedad (telebasura, infobasura, etc.)[1]. De esta manera, se logra la asunción masiva de las formas de reconocimiento social que interesa al sistema, es decir, reconocimiento según los estilos de vida y consumo. A título de ejemplo, esta cita del artículo "La vida sin tiempos muertos" de María Antonia Sánchez Vallejo: "[Además de haberse convertido en un bien de consumo obligatorio] la variable económica del ocio conlleva otra de estratificación social. El ocio nos especifica y nos estratifica socialmente."
En el reciente post Profesional de alto nivel planteaba, precisamente, una profesionalización desde el desarrollo personal integral. Para ello el verdadero profesional debe alejarse de la excesiva dependencia de la imagen y el reconocimiento. Lo que vale realmente es el significado que él o ella confieren a su trabajo. Tratar de buscar siempre formas inmediatas de reconocimiento u orientar la acción de uno persiguiendo imagen son caminos para abortar lo que podría ser una carrera hacia un gran profesional. Pero todo esto está muy presente: vivimos en la era donde la imagen fagocita a lo auténtico. El poder establecido tiene obviamente mucho más dominio y control sobre la imagen que sobre la emergencia de personas críticas, reflexivas, cultas, audaces, dispuestas a transformar la realidad.
Pensemos, por ejemplo, que todos los periodistas que ejercen, iniciaran una escalada hacia una profesionalización de alto nivel en el sentido del que hablábamos. En algo -en mucho- cambiarían los medios de comunicación, ¿verdad?. Y ello tendría un efecto multiplicador en el resto de la sociedad...
Ahondando en los riesgos para el profesional (y la persona) de la excesiva búsqueda de reconocimiento, pensemos, por ejemplo, en un profesional destacable por su liderazgo en procesos de transformación. Alfonso habló en una de nuestras sesiones del Foro Hobest sobre la idea del líder autodestructivo (Julen lo citó en este post, aunque con otros matices): El líder que tiene necesidad de seguir siendo el líder, seguir siendo reconocido como tal pase lo que pase… termina por hacerlo mal, hacer daño y hacerse daño. Una persona que vaya creciendo en su aportación a los demás, en su capacidad de ayudar al desarrollo de los demás, debe aprender a hacerse prescindible, a desaparecer, a no ser necesaria, a autodestruirse como líder por el bien de su entorno, y también por ella misma, para seguir construyéndose y construyendo como persona y como profesional. Quizá hasta debe aprender a que otros a veces le vean como perdedor, a no estar siempre en las alturas.
Por cierto, que de esto también hablé en “El mal de alturas”, mi primerísimo post (donde veo que os hablaba de usted). Y además viene que ni pintado con las alturas de Up... Comentaba Espectra: unos de los comentarios más bonitos de este blog.
9 comentarios:
No te he encontrado en Twitter. No estás? :-)
http://twitter.com/Yoriento/statuses/3234443661
Muchas gracias por el tweet, Yoriento.
Debería estar: #maitheda. Acabo de hacer mi primera incursión...
Ya ando siguiendo tus piopios, que eres uno de los pajarillos más interesantes :)
Si no has leído, te recomiendo que le leas a Eckhart Tolle, "el poder del ahora", o sus otros libros. Yo lo encuentro bastante acertado. El problema es la mente que crea el ego, y la persona se lo cree, o se cree. Superar el velo de las apariencias y acceder al Ser más profundo que nos conecta con el todo cuesta, cuesta la perdida del Ego, o del yo en sus aspectos, cuerpo físico, emocional, recuerdos, etc...
En la película "Up" también el viejo se aferra a su ego, y está ciego, de tal modo que a costa de salvar la idea de la casa en la cascada, deja escapar al malo. Han introducido un final feliz, pero los finales felices como tales no existen, sino para la mente que separa felicidad/desgracia. El niño explorador también tiene su ego, de tal manera que está ansioso por conseguir la última medalla que le falta. Al final consigue una medalla transformada por la gratitud de una persona que parece a conseguido desprenderse de todo lo que le ata, o le ataba anteriormente, pero existe la incógnita si es totalmente comprendido o vuelve a reproducir el ciclo. En cualquier caso, y si fallamos, la última oportunidad de liberación del ego se encuentra al final de la vida.
Todos tenemos unas ideas, momentos o cosas de lo que nos es necesario conseguir para realizarnos o Ser, ignorando que el verdadero Ser se encuentra en cada momento, y lo solemos dejar pasar.
Un abrazo Maite
Qué alegría recibir tu comentario, Javi. Hacía mucho tiempo que ni estábamos, ni nos escribíamos...
Destaqué el personaje del "malo" de Up, porque esa parte de la historia enlazaba con reflexiones que estaba haciendo. Estoy contigo en las ataduras del viejo, a él iban dedicadas estas frases:
"siempre hay una vida que puede renacer en ti, sólo es cuestión de dejarse;
la esclavitud del apego a los objetos, a los recuerdos y a las ideas;
hay muchas formas de vida". Ataduras que no le permitían ver más que una forma de ser y de vivir: la forma de vivir de la identidad que había construido. Pero de ella sólo quedaban objetos, recuerdos e ideas. Esta identidad no le permitía vivir -con intensidad y para los demás- el aquí y ahora.
No sé si nos podemos desprender de nuestra identidad, pero sí conviene descargar mucho la mochila y buscar lo auténtico de nuestro ser, aquello que nos hace sentir vivos y nos ayuda a infundir energía positiva. Deberíamos crear identidades en flujo, como la vida; no cerradas, predecibles, objetivas... Nos evitaría muchos problemas.
Por cierto, no sé si verías esto, supongo que te gustará: Sobre otras formas de ver...
Un abrazo y saludos a Inaxio & company.
Hace un par de días, cuando veíamos de madrugada la lluvia de estrellas próxima a la noche de San Lorenzo, Jalihna, un niño saharaui de los campamentos de refugiados y mi hijo de acogida, nos preguntó: “Y las estrellas fugaces, ¿qué hacen cuando fugan?”
No supimos responderle, pero tal vez es la pregunta...
Lo que vemos es el fenómeno luminoso de la desintegración del meteoroide a su paso por la atmósfera. Lo que las hace brillar es que se están consumiendo... Paradojas de la vida. Entonces, ¿quieres ser una estrella fugaz? Pero ¿no lo somos todos en cierto sentido? Podemos brillar pero nuestra vida se apagará en algún momento.
Corrijo el link de mi comentario anterior:
Sobre otras formas de ver...
Dare-los abrazos, Maitetxu.
veré el link que me has mandado.
Besos
Dales recuerdos y besos, sí.
Por cierto que el libro que me comentaste lo estoy leyendo; eso sí, entre unos 10 que tengo abiertos :-(, o sea que no sé en qué siglo lo acabaré... Podríamos quedar para tomar un ¿te? para comentarlo ;-)
No me gusta el tono de frases como "Esto transformará milagrosamente tu vida", el concepto de "estar presente", en cambio, me interesa y encaja bien en mi pensamiento.
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