A partir de mi anterior post donde trato de recoger algunas de las ideas centrales del reportaje Comprar, tirar, comprar de Cosima Dannoritzer con alguna otra sugerencia, voy a tratar de complementar las ideas que aparecen en el citado trabajo con una perspectiva muy poderosa pero poco abordada: la esencia del trabajo.
No voy a extenderme teorizando sobre ello, y remito a los trabajos de Alfonso Vázquez y míos (ver referencias al final del post), pero sí quiero conectarlo desde distintas perspectivas al documental:
Aparece una y otra vez la idea del consumidor empoderado, es decir, el que se rebela y actúa en contra de las lógicas que el sistema impone (reparar en lugar de comprar, acumular pruebas y denunciar ante los tribunales,...). Pero la persona, a la vez que consumidor/a es también el/la ingeniero/a de la empresa tal, el/la comercial, propietario/a, técnico/a, profesor/a, etc. Y desde todos estos lugares puede también actuar modificando la lógica desde el sistema productivo. Para ello hay una condición sine qua non: pasar de contextos de trabajo abstracto a contextos de trabajo cognitivo.
En un momento del documental se dice cómo han de sentirse los ingenieros que se ven obligados a aplicar su conocimiento no para hacer mejores productos, sino para hacerlos limitados, deteriorables... Y se contesta que probablemente no suponga un problema ético o moral para ellos, sino que asumen la realización de un trabajo con las especificaciones dadas y lo hacen, “es un trabajo”. Este concepto o visión de trabajo es lo que tantas veces hemos denominado “trabajo abstracto”, un trabajo desprovisto de significado más allá del salario. En el trabajo abstracto el ingeniero aplica sus conocimientos de ingeniería de una forma aséptica, sin compromiso con lo que hace, sin apropiarse de lo que hace. Nada que ver con el ingeniero que se desvive por resolver problemas de la gente, de sus clientes, de sus usuarios, etc. El trabajo abstracto esconde también muchas formas de “banalidad del mal”.
Una idea que está en el aire de todo esto es que si las empresas se esfuerzan por aportar la mejor tecnología y el conocimiento existente para producir eficientemente bienes de consumo, el negocio se esfuma: cubren las necesidades y ya no tendrán nada que hacer. Si una empresa fabrica bombillas y las hacen superduraderas, una vez abastecido todo el parque de bombillas ya no hay trabajo.
Pero esto es pensar con gran estrechez de miras: por ejemplo, puede desarrollarse nueva tecnología que aconseje sustituir las bombillas por otras más eficientes en cuanto al consumo energético. Además, una empresa que fabrica hoy bombillas puede pasar a fabricar otras cosas que respondan a necesidades reales.
Pensar en el concepto de cradle to cradle [Wikipedia: cradle to cradle] (libro coescrito por uno de los entrevistados en el documental: Michael Braungart), pasar de círculos viciosos a virtuosos o ayudar al desarrollo real de zonas próximas o alejadas de nosotros nos puede dar mil pistas de cosas que va a merecer la pena hacer y donde puede haber “negocio” (quizá debamos empezar a centrarnos en el significado de negocio como economía real, mucho más que como economía especulativa).
También podríamos pensar en una forma de vida dedicada menos al trabajo y más a otros menesteres: cultura, arte, relaciones, ocio, ayuda a los demás... Menos tiempo de trabajo o lo que, según miremos, es lo mismo: un trabajo más libre.
Algunas referencias para seguir con este tema:
- Maite Darceles: Conceptuando sobre la transformación organizacional. Hacia un tránsito del "trabajo abstracto" al "trabajo cognitivo". En Dinámicas de gestión basadas en las personas, Innobasque, 2010
- Hacia un círculo virtuoso de creación de riqueza en este blog. (Y los documentos que enlaza, en especial este: Conferencia de Alfonso Vázquez, 31.03.09)
2 comentarios:
Maite, encantado de leer tus libros.
No caen en esta clasificación por ejemplo algunos profesores y profesoras de universidad? Sus temarios tienen una caducidad clara en nuestra sociedad, y no hacen nada por remediarlo, llenan a los estudiantes de la misma información un año tras otro, y transmiten competencias inútiles. Tras cursar una carrera y ver cómo lo que he aprendido me "caduca" al cabo de dos o tres años con suerte, no debería estar yo indignado? O sólo caduca lo material?
Gracias, Pere, por tus palabras y tu comentario. La idea de "caducidad del conocimiento" me ha parecido muy sugerente y he escrito un pequeño post a partir de ahí: Sobre la caducidad del conocimiento
Un saludo,
Maite
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