Varias de mis últimas actividades conectan con esta cuestión. Recojo algunas ideas a modo de flashes:
Sabemos que no hay una igualdad de oportunidades, ni siquiera aquí, como lo pudimos hablar el otro día con Izaskun Merodio y Silvia Muriel en un prometedor encuentro al que nos invitaron para relacionar dos temas que son de gran interés para mí: la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres y las organizaciones basadas en las personas. Venía a cuento de un interesante estudio que están realizando para Emakunde: Investigación Acción Participativa. Nuevos enfoques empresariales, nuevos recorridos hacia la igualdad de mujeres y hombres en pequeñas empresas. Una de las premisas de las que partíamos es el dato de que:
“A nivel macroeconómico, se constata (...) una clara desigualdad en la retribución recibida por hombres y mujeres con el mismo tipo de contrato, jornada y rango de ocupación. ”
Este hecho nos choca, nos sorprende, porque no lo vemos, se produce de forma sutil: siempre hay alguna otra razón (veteranía, experiencia, valía, rendimiento, dedicación, amistad, lealtad, etc.) que explica la diferencia retributiva a nivel particular, y todas estas particularidades -casi siempre del mismo sesgo- agregadas, hacen que la balanza a nivel general quede totalmente desequilibrada. En muchas ocasiones las razones que justifican el mayor sueldo del varón frente a la mujer esconde la causa de género, que opera -además de o en lugar de esas otras causas, esta otra- sin explicitarse y, generalmente, sin ni siquiera tener consciencia de ello.
Pero en muchos lugares del planeta la situación es -sabemos- muchísimo peor. Hace poco oía una entrevista en la radio a una persona fundadora de una ONG que trabaja por las mujeres en la India (Calcuta Ondoan). Decía que la constitución en la India es una de las más avanzadas en el mundo pero los usos y costumbres se siguen imponiendo haciendo que nacer mujer sea, en muchos casos, una desgracia tanto para una misma como para la familia (prueba de ello es que las ecografías prenatales en las que se observa el sexo están prohibidas por la cantidad de abortos de niñas que se producen). Las hijas que se casan pierden relación con su familia natural; así, los padres no invierten en la educación de las hijas porque es como “regar el jardín del vecino”. Y la familia de la novia está obligada por estos usos y costumbres a pagar al novio o a su familia una cantidad desorbitada (que a veces se prolonga durante años después de la boda). Quedarse soltera además es considerado un rotundo fracaso. Todo ello hace que estas mujeres no tengan alternativa de ningún tipo. Panorama desolador.
Buscando información relacionada con esto de casamientos y dotes, he encontrado la historia de Ana Miaga Nguere de Mba, natural de Guinea Ecuatorial, merece la pena: ¿Cuánto vale una mujer? y pienso en la cantidad de Anitas que habrá en el mundo...
En Mamut (Lukas Moodysson, 2009), el protagonista, Leo Vidales (Gael García Bernal) habla con su amiga [que da imagen a este post], una joven prostituta tailandesa con quien ha iniciado un romance, sobre la reencarnación, en la que ella cree: “¿En qué te gustaría reencarnarte?” “En un hombre”- responde ella. Ante la nueva pregunta de Leo, su amiga le responde que “Las mujeres somos malas” y Leo trata, sin éxito, de quitarle esa idea de la cabeza.
Cambiando de mirada, ando metida en una discusión en wikipedia sobre la conveniencia o no de añadir una categoría en determinadas profesiones para visibilizar su condición de mujer. Descubro una vez más que para algunos la igualdad de género, la igualdad de oportunidades en base a género, pasa por invisibilizar a la mujer, como si serlo fuera un estigma que hay que ocultar y pasar como si una fuera un hombre, que no se note.
Imaginemos, soñemos, por un momento que la igualdad de oportunidades fuera hoy una realidad. Si así fuera, quedaría aún un enorme campo de distinción: La sexualidad. ¿O quizá la diferencia original, constitutiva, está en la base de otras diferencias que no somos capaces de superar? ¿Nos puede decir algo el psicoanálisis sobre esto? Supongo que dará pistas.
Estoy leyendo “Ensayos sobre sexualidad” de Freud, una recopilación que complementa sus “Tres ensayos sobre teoría sexual” con otros escritos. Cuando menos, resulta curioso leer de primera mano lo que se decía hace 100 años y que ha supuesto la base del desarrollo de la sexualidad como área de conocimiento, y de la psicología, tal como hoy la conocemos.
Tengo pendiente profundizar en Lacan -en alguna de estas vidas- para saber de qué va para ofrecernos "perlas" como que "la mujer es un síntoma del hombre" (Žižek que no se distingue precisamente por ser feminista dice en ¡Goza tu síntoma!: "'La mujer es un síntoma del hombre' parece ser una de las tesis más notoriamente 'antifeministas' del último Lacan"). Freud y Lacan están en el sustrato mismo de los modelos mentales que hoy tenemos en occidente, por lo que no está demás tratar de entender lo que decían y en qué marcos de interpretación se movían, quizá con ello entendamos mejor muchas cosas que hoy pasan.
Siguiendo el giro de paralaje, iba a acudir ayer a la representación de Baginaren Bakarrizketak, basada en la obra de Eve Ensler, pero la lluvia que no cesó me desanimó.
Y me quedo definitivamente con un pensamiento también de ayer, como estela de la película que vi en lugar de la citada obra de teatro: “Quiero ser mujer para poder ser seducida por Javier Bardem como en Vicky Cristina Barcelona ” [Nota: VCB (Woody Allen, 2008)]
25.07.2011
Imagen: Natthamonkarn Srinikornchot en Mamut