La primera pregunta que nos planteábamos para la sesión era:
La pregunta tiene el riesgo de ser entendida desde un enfoque paternalista: La organización (como ente superior) debe velar por los intereses de las personas. No es ese el enfoque que damos. Recogeré algunas de las ideas que salieron en la reunión, muchas de ellas expresadas por Alfonso.
"Ni las personas somos los fines de la organización, ni las organizaciones son fines, sino que son medios. Las personas estamos en ellas para realizar nuestros fines individuales." ¿Cuáles son nuestros fines? En la forma de trabajo dependiente el único fin que el individuo puede pretender es el de recibir una retribución por unas horas de trabajo. En otras formas de trabajo -o de organización-, en cambio, podemos encontrar vías de realización en las organizaciones: cooperar con otras personas para realizar aquello que nos motiva, que nos ilusiona es claramente una vía de realización.
La organización primitiva es una forma de socialización para conseguir fines conjuntamente. Posteriormente, comienzan los conflictos y aparece el poder que deriva en la organización entendida como finalidad, que no es otra que la finalidad de quien ostenta su poder. A veces, esto se disimula hablando de "proyectos compartidos". Pero "¿y si pensáramos que cada persona es un proyecto en sí mismo?"
"¿En qué queda la organización si derribamos zonas de poder que la delimitan?" Algunas, ciertamente, en nada. Otras en cambio, serán ricos entornos de cooperación. Pero, por desgracia, estos últimos los podremos contar con los dedos de pocas manos, ¿no?
Patxi planteaba que "si la organización fuera más fluida, más capaz de interaccionar con lo deseos personales podríamos tener un potencial de riqueza que hoy no tenemos. Estamos dilapidando la capacidad de muchísimas personas."
Para la siguiente, Alberto se ofreció a preparar algo en torno a la siguiente pregunta que le suscitaba gran interés: ¿cómo se conectan los proyectos personales con los proyectos de empresa?, que también podríamos formular, quizá, como: ¿cómo transitar hacia organizaciones enriquecedoras para sus personas, es decir, ricas en cooperación? 0 ¿cómo superar el trabajo dependiente?. A ver con qué nos sorprende...
Todo esto me hace pensar que tenemos que ir abriendo un debate sobre competitividad, que si la entendemos como aquello que justifica la existencia de una organización, está estrechamente relacionada con el para qué de las organizaciones, con su función en la sociedad. La competitividad de ser capaz de aportar valor (riqueza) más intensamente que los demás frente a la competitividad de quedarse sólo aplastando a los demás...
- ¿Qué se te ocurre si hablamos de personas como fines de la organización y no como recursos? ¿Te parece relevante esta consideración en el debate y reflexión en el que estamos sumergidos?
La pregunta tiene el riesgo de ser entendida desde un enfoque paternalista: La organización (como ente superior) debe velar por los intereses de las personas. No es ese el enfoque que damos. Recogeré algunas de las ideas que salieron en la reunión, muchas de ellas expresadas por Alfonso.
"Ni las personas somos los fines de la organización, ni las organizaciones son fines, sino que son medios. Las personas estamos en ellas para realizar nuestros fines individuales." ¿Cuáles son nuestros fines? En la forma de trabajo dependiente el único fin que el individuo puede pretender es el de recibir una retribución por unas horas de trabajo. En otras formas de trabajo -o de organización-, en cambio, podemos encontrar vías de realización en las organizaciones: cooperar con otras personas para realizar aquello que nos motiva, que nos ilusiona es claramente una vía de realización.
La organización primitiva es una forma de socialización para conseguir fines conjuntamente. Posteriormente, comienzan los conflictos y aparece el poder que deriva en la organización entendida como finalidad, que no es otra que la finalidad de quien ostenta su poder. A veces, esto se disimula hablando de "proyectos compartidos". Pero "¿y si pensáramos que cada persona es un proyecto en sí mismo?"
"¿En qué queda la organización si derribamos zonas de poder que la delimitan?" Algunas, ciertamente, en nada. Otras en cambio, serán ricos entornos de cooperación. Pero, por desgracia, estos últimos los podremos contar con los dedos de pocas manos, ¿no?
Patxi planteaba que "si la organización fuera más fluida, más capaz de interaccionar con lo deseos personales podríamos tener un potencial de riqueza que hoy no tenemos. Estamos dilapidando la capacidad de muchísimas personas."
Para la siguiente, Alberto se ofreció a preparar algo en torno a la siguiente pregunta que le suscitaba gran interés: ¿cómo se conectan los proyectos personales con los proyectos de empresa?, que también podríamos formular, quizá, como: ¿cómo transitar hacia organizaciones enriquecedoras para sus personas, es decir, ricas en cooperación? 0 ¿cómo superar el trabajo dependiente?. A ver con qué nos sorprende...
Todo esto me hace pensar que tenemos que ir abriendo un debate sobre competitividad, que si la entendemos como aquello que justifica la existencia de una organización, está estrechamente relacionada con el para qué de las organizaciones, con su función en la sociedad. La competitividad de ser capaz de aportar valor (riqueza) más intensamente que los demás frente a la competitividad de quedarse sólo aplastando a los demás...
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3 comentarios:
Otro problema es que determinado tipo de organizaciones (las empresas, con su ánimo de lucro) han conseguido mucho poder en la sociedad actual. Esas organizaciones no se han dotado de sistemas de gestión democráticos, sino que han tirado de modelos muy asimétricos de reparto del poder. Así, personas y organizaciones se han distanciado.
El debate que trata de dilucidar la conexión entre “proyectos compartidos” (organizacionales) y proyectos personales me parece particularmente importante, como viene expresado en el post de Maite. Ya he dicho en algún otro sitio que los proyectos no son “molaridades”, sino flujos variables que se bifurcan en función de las circunstancias externas y del despliegue de los deseos, personales o compartidos parcialmente. Al final, los individuos también somos “dividuos”, nos desplegamos en múltiples direcciones, nos contradecimos, deseamos hoy lo que no sabíamos ayer...
Creo que es necesario cambiar el enfoque habitual que tenemos para tratar con las contradicciones “organizacionales” (y personales). En nuestra cultura, las enfocamos desde la lógica de la dialéctica, cuando deberíamos transitar a la “lógica de la estrategia”. Lo expreso en palabras de Foucault:
“Pues la lógica dialéctica, ¿qué es? Y bien, es una lógica que hace intervenir términos contradictorios en el elemento de lo homogéneo. Por mi parte, les propongo sustituir esta lógica de la dialéctica por lo que llamaré una lógica de la estrategia. Una lógica de la estrategia no hace valer términos contradictorios en un elemento de lo homogéneo que promete su resolución en una unidad. La función de esa lógica de la estrategia es establecer las conexiones posibles entre términos dispares y que siguen dispares. La lógica de la estrategia es la lógica de la conexión de lo heterogéneo y no la lógica de la homogenización de lo contradictorio.”
Algo así, Julen... Gracias por el comentario.
Muchas gracias, Alfonso. Entiendo que desde la lógica dialéctica entendemos esta contradicción y disparidad entre intereses y deseos individuales y organizacionales, y que tratamos de alinearlos, homogeneizando (sea en la forma clásica de sumisión y obediencia al poder, o en la forma más avanzada de la idea de un proyecto compartido). Nos obcecamos en reducir ficticiamente la complejidad en lugar de intentar aprender a tratar con ella, a través de flujos de conexión de lo heterogéneo...
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