“Muchos de estos padres confunden también el amor de sus hijos por el respeto. Mientras que el primer sentimiento se elabora con los cuidados, el intercambio de afectos positivos o incluso con la mutua necesidad, el segundo es una construcción basada en la demostración de un valor o conocimiento superior. El respeto es un afecto que un sujeto se gana, construyéndolo con el tiempo, y no algo que se obtiene automáticamente por el hecho de ocupar un lugar determinado. Nosotros podemos demostrar educación hacia nuestro jefe, pero, si no nos demuestra su valía o conocimientos, no alcanzará nuestro respeto. Lo erróneo de su planteamiento se hace patente para estos padres cuando se ven en situaciones en las que su autoridad es puesta en entredicho, o cuando su palabra es criticada (si no directamente rechazada o minusvalorada) por parte de unos hijos cuyo respeto más que hacia ellos se orienta hacia su grupo de amigos o hacia su personaje televisivo de moda.”
En este texto no aparece la palabra confianza, pero diría que ésta engloba a los dos sentimientos que se explican en él: amor y respeto. Confianza significa una cierta relación de cariño, de querer bien y su recíproco en la buena intención del otro para conmigo, y también se refiere a presuponer la valía, la discreción, el talento, el acierto del otro. En cada relación, el peso de cada uno de estos atributos en la configuración de la confianza es distinto. En las relaciones de amistad, el cariño y el amor pueden tener más peso que el respeto, mientras que en las relaciones profesionales, puede que el respeto pese más. Pero si definimos los sentimientos opuestos a éstos como odio u hostilidad y desprecio, es evidente que estos sentimientos no tienen cabida en una relación de confianza, sino que ésta debe contener los atributos positivos, aunque sea en un nivel muy limitado, dando lugar, en este caso, a una confianza también limitada.
El trabajo en equipo requiere un ambiente de confianza. La confianza es algo que se construye en un continuo dar y recibir. ¿Cómo? Supongamos que desde un puesto de responsabilidad actúo muy confiada (en la organización, o también como madre, por seguir con el texto de la cita).
¿Qué pasa?
- Podría recibir respuestas de un nivel de responsabilidad (capacidad de respuesta) muy inferior a la confianza otorgada. En este caso, debería adecuar la confianza a la capacidad de respuesta del otro e ir aumentándola a medida que la autonomía del otro aumente. Dejo que mi hijo se sirva el agua y derrama toda la botella mientras me doy la vuelta.
- Podría recibir con agrado un nivel de respuesta elevado, con lo que el nivel de confianza otorgado habría sido adecuado, o incluso se podría ampliar. Se sirve impecablemente. Cuestión de edades.
Así, debería ir aumentando el margen de libertad o nivel de confianza otorgado en función de las respuestas recibidas.
Y en general, genera confianza la actitud de comprometerse con el propio conocimiento paralelamente a que una se esfuerce en mejorarlo. Esto significa: no mirar a otro lado, actuar en coherencia con lo que sabemos, compartir lo que sabemos, contrastar las informaciones, no quedarnos con perspectivas parciales, preguntar, escuchar, observar, analizar, estudiar,…
Tres apuntes finales ligados con la generación de confianza:
- la comunicación, intensa y sincera, como lubrificante de la confianza.
- cultura de cumplir los compromisos para generar confianza; para ello, primero hay que poder adquirirlos en condiciones de cierta libertad.
- la posibilidad de que las personas demuestren su competencia y su talento. "Cómo voy a confiar en alguien si no sé que es capaz de hacerlo". Esto requiere cierto margen para que las personas puedan “lucirse”, quiero decir que puedan actuar desde su conocimiento.
- manejar bien el binomio de sinceridad y oportunidad: no siempre generamos confianza cuando somos sinceros, sólo lo hacemos cuando, además, somos oportunos.
Este miércoles nos reuniremos las personas del Foro Bilbao (*) para charlar sobre generar confianza en nuestras organizaciones. Hablaremos de qué es la confianza, de cuáles son los síntomas de que exista o de que no y de cómo podemos ayudar a generar confianza. ¿Qué puede ayudar a que haya más confianza? Y si hablamos en más concreto… ¿Qué puedo hacer yo para que tal persona confíe más en mí? ¿Qué puedo hacer yo para confiar más en tal persona?
(*) Nota del 23/04/2014. Enlazábamos a este sitio que ya no se mantienen en la nube: http://foro-itaca.wikispaces.com/Foro+Bilbao, donde se recopilaba información de las sesiones de este Foro.
3 comentarios:
Hola Maite, ¿cómo estás?
¡que interesante tema tratas en la entrada! interesante y necesario!!!
En mi opinión, la confianza más que englobar al amor, entendiendolo como intercambio de afectos positivos, es el resultado de tolerar, escuchar recíprocamente, pensar en plural... Donde hay amor, hay confianza, pero tambien es posible que haya confianza sin amor (pensemos en una comunidad de propietarios donde todos confian que lo que se dice y se hace es por el bien de todos y todo, pero efectivamente no se aman.)
Tratando de responder a las cuestiones finales que planteas, me preguntaba yo qué es lo que hace que confíe más en una persona que en otra, y me daba cuenta que generalmente es la similitud que tengo hacia ella. Es probable que confíe más en ella porque viste, habla, decide, piensa, y dice parecido a mi. Tal vez el hecho de escuchar de ella lo que quiero oir, me lleva a darle mi confianza.
Seguiré dandole vueltas al tema, y compartiéndolo.
un saludo cordial, M.
Muchas gracias, María, por tu comentario.
Seguir reflexionando sobre la confianza me parece muy sugerente.
Confianza y amor. Hay relación. La sigo viendo. Hay dos tipos de amor, diría yo: el amor entre amantes pertenece a un plano distinto al amor que podemos sentir por todo ser (e incluso cosa: un trabajo, un proyecto, un sueño, la idea de familia que tengamos...). Podemos sentir un amor de gran intensidad, e incondicional, como el que sientes hacia tus hijos, o, también, un afecto muy ligero, pero afecto al fin... Si en una comunidad de vecinos el ambiente es hostil, no hay confianza... Por cierto que pensando en todo esto recordaba la última sesión del co-Taller en la que hablando de “creer en las personas” Alfonso comentó que él prefiere hablar de “querer a las personas”.
También hay otro tema sobre la confianza que me parece interesante: Sinceridad y confianza. Lo obvio es establecer una relación directa. Pero... Hay contrapunto. Es curioso observar cómo no estamos habituados a la sinceridad y la cantidad de artilugios que manejamos para justificar y exigir la no sinceridad... La sinceridad, por ejemplo, a veces, se entiende como falta de capacidad de comunicación y crea más rechazo que otra cosa. Paradojas.
Y siguiendo este hilo, diría que la sinceridad total, la transparencia total nos colocaría en un cuerpo sin piel: llegamos hasta las entrañas de los órganos visibles, y no hay piel que proteja al todo, al organismo; no hay organismo, no hay identidad. ¿Cuerpo sin órganos? ¿Órganos sin cuerpo?
Un fuerte abrazo, María
Muy interesantes vuestros comentarios, Maite y María. Yo, sin embargo, sigo teniendo grandes dudas cuando recurrimos a este tipo de conceptos de forma “universal”. Porque, al final, ¿qué significa “confiar”? En las relaciones entre “humanos”, esperar en que el “otro” actúe como yo espero, o, en expresión de Maite, que “cumpla” mis expectativas. En la relación con el gran Otro, practicar las virtudes teologales: Fe, esperanza y caridad.
No deja de ser curioso, por otra parte, que, siguiendo el discurso de Maite, la relación entre amantes no sea, precisamente, una relación de confianza sin límites; si, en palabras de Ortega, "Amar una cosa es estar empeñado en que exista; no admitir, en lo que depende de uno, la posibilidad de un universo donde aquel objeto esté ausente", el temor a la pérdida es permanente -¿qué otra cosa son los celos? Porque, ciertamente, Maite, no podemos renunciar a esa fina capa que tanto nos protege en tantos sentidos, a la piel; otros utilizan la ropa, y otros más, corazas...
Es decir, formulamos conceptos aparentemente muy bonitos, y cuyo uso respaldamos socialmente, sin reparar, a veces, que en su misma concepción estamos “protegiéndonos” -o pretendiéndolo, al menos- más que formulando conceptos socialmente válidos de comportamiento –que no sé si se puede hacer sin incluir las formas de expresión y ejercicio de los poderes.
Por eso, yo preferí en su momento la idea de “querer a las personas” en lugar de “creer en las personas”, aunque Maite me hizo notar hace mucho tiempo que también “querer” puede significar muchas cosas diferentes...
Seguiremos, gracias y besos
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