Comienza así:
- “La prensa liberal nos bombardea a diario con la idea de que el mayor peligro de nuestra época es el fundamentalismo intolerante (étnico, religioso, sexista…), y que el único modo de resistir y poder derrotarlo consistiría en asumir una posición multicultural.
Pero, ¿es realmente así? ¿Y si la forma habitual en que se manifiesta la tolerancia multicultural no fuese, en última instancia, tan inocente como se nos quiere hacer creer, por cuanto, tácitamente, acepta la despolitización de la economía?
Esta forma hegemónica del multiculturalismo se basa en la tesis de que vivimos en un universo post-ideológico, en el que habríamos superado esos viejos conflictos entre izquierda y derecha, que tantos problemas causaron, y en el que las batallas más importantes serían aquellas que se libran por conseguir el reconocimiento de los diversos estilos de vida. Pero, ¿y si este multiculturalismo despolitizado fuese precisamente la ideología del actual capitalismo global?
De ahí que crea necesario, en nuestros días, suministrar una buena dosis de intolerancia, aunque sólo sea con el ánimo de suscitar esa pasión política que alimenta la discordia. Quizás ha llegado el momento de criticar desde la izquierda esa actitud dominante, ese multiculturalismo, y apostar por la defensa de una renovada politización de la economía.”
En los dos primeros capítulos desarrolla el concepto de hegemonía, que permite comprender la estructura elemental de la dominación ideológica:
- “Cualquier universalidad que pretenda ser hegemónica debe incorporar al menos dos componentes específicos: el contenido popular “auténtico” y la “deformación” que del mismo producen las relaciones de dominación y explotación. Sin duda, la ideología fascista “manipula” el auténtico anhelo popular por un retorno a la comunidad verdadera y a la solidaridad social que contrarrestre las desbocadas competición y explotación; sin duda, “distorsiona” la expresión de ese anhelo con el propósito de legitimar y preservar las relaciones sociales de dominación y explotación. Sin embargo, para poder alcanzar ese objetivo, debe incorporar en su discurso ese anhelo popular auténtico. (…)
Para que una ideología se imponga resulta decisiva la tensión, en el interior mismo de su contenido específico, entre los temas y motivos de los “oprimidos” y de los “opresores”. Las ideas dominantes no son NUNCA directamente las ideas de la clase dominante.”
A partir de aquí introduce el concepto de política:
- “¿Estamos condenados a movernos exclusivamente dentro del espacio de la hegemonía o podemos, al menos provisionalmente, interrumpir su mecanismo?”
Desde una perspectiva bien distinta a la de Žižek, Erich Fromm en “Miedo a la libertad” habla de la tendencia humana a huir de nuestra propia libertad en favor de la seguridad (cita).
Pero nada puede ser duradero sin haber durado un poquito en algún momento. Por tanto, vamos a ver qué respuesta da Žižek a la pregunta que plantea, a cómo podemos "interrumpir el mecanismo", aunque sólo sea "provisionalmente":
- “Según Jacques Rancière, este tipo de subversión no sólo suele darse, sino que constituye el núcleo mismo de la política, del acontecimiento verdaderamente político.
Pero, ¿qué es, para Rancière, lo verdaderamente político? Un fenómeno que apareció, por primera vez, en la Antigua Grecia, cuando los pertenecientes al demos (aquellos sin un lugar claramente definido en la jerarquía de la estructura social) (…) no sólo protestaron contra la injusticia (le tort) que padecían y exigieron ser oídos, formar parte de la esfera pública en pie de igualdad con la oligarquía y la aristocracia dominantes, sino que, ellos, los excluidos, los que no tenían un lugar fijo en el entramado social, se postularon como los representantes, los portavoces, de la sociedad en su conjunto, de la verdadera Universalidad (“nosotros, la ‘nada’ que no cuenta en el orden social, somos el pueblo y Todos juntos nos oponemos a aquellos que sólo defienden sus propios intereses y privilegios”). El conflicto político, en suma, designa la tensión entre el cuerpo social estructurado, en el que cada parte tiene su sitio, y la “parte sin parte”, que desajusta ese orden en nombre de un vacío principio de universalidad (…), el principio de que todos los hombres son iguales en cuanto seres dotados de palabra. (…) Esta identificación de la no-parte con el Todo, de la parte de la sociedad sin un verdadero lugar (o que rechaza la subordinación que le ha sido asignada), con el Universal, es el ademán elemental de la politización, que reaparece en todos los grandes acontecimientos democráticos, desde la Revolución francesa (cuando el Tercer Estado se proclamó idéntico a la nación, frente a la aristocracia y el clero), hasta la caída del socialismo europeo (cuando los “foros” disidentes se proclamaron representantes de toda la sociedad, frente a la nomenklatura del partido). En este sentido, “política” y “democracia” son sinónimos: el objetivo principal de la política antidemocrática es y siempre ha sido, por definición, la despolitización, es decir, la exigencia innegociable de que las cosas “vuelvan a la normalidad”, que cada cual ocupe su lugar… La verdadera lucha política, como explica Rancière contrastando a Habermas, no consiste en una discusión racional entre intereses múltiples, sino que es la lucha paralela por conseguir hacer oír la propia voz y que sea reconocida como la voz de un interlocutor legítimo.”
“La filosofía política, desde su origen (desde La República de Platón) hasta el reciente renacer de la “filosofía política” liberal, ha venido siendo un esfuerzo por anular la fuerza desestabilizadora de lo político, por negarla y/o regularla de una manera u otra y favorecer así el retorno a un cuerpo social pre-político, por fijar las reglas de la competición política, etc.”
“[es] conocida la definición de la política como “arte de lo posible”: la verdadera política es exactamente lo contrario: es el arte de lo imposible, es cambiar los parámetros de lo que se considera “posible” en la constelación existente en el momento.”
Para terminar recojo esta frase de Žižek sobre la lógica del capital… Es terrorífica, por un lado, pero también nos habla del poder que cada uno de nosotros tenemos de que a través de nuestro propio cambio contribuyamos a la transformación de la sociedad, ya que –por decirlo de alguna manera- el sistema opera a través de cada uno de nosotros:
- “Lo verdaderamente terrorífico no está en el contenido específico oculto bajo la universalidad del Capital global, sino más bien en que el Capital es efectivamente una máquina global anónima que sigue ciegamente su curso, sin ningún Agente Secreto que la anime. El horror no es el espectro (particular viviente) dentro de la máquina (universal muerto), sino que la misma máquina (universal muerto) está en el corazón de cada espectro (particular viviente).”
- “El desacuerdo entre personas libres es la fuente de todo progreso; si todos estuviéramos “de acuerdo” la evolución habría terminado. El desacuerdo, o el conflicto, está muy mal visto porque impacta contra las estructuras de poder establecidas. Si yo “mando”, yo tengo razón por origen, por lo que el desacuerdo es un desafío. En empresas abiertas, más democráticas, el “conflicto” abre las puertas del futuro. Al fin y al cabo, ¿qué es la democracia más que la asunción del derecho al conflicto y a su resolución (algo) pacífica?”
Relacionado con esto:
El miedo a la libertad (post-cita), 20/10/2008
Cuaderno de Trabajo 2: Lógicas
La pregunta pertinente (post-cita), 4/08/2009