Tiempos para la filosofía

Filosofía es una de esas palabras que suena a alejarse de la acción, de la realidad, de lo cotidiano. Y en tiempos de cambio continuo, de orientación a la acción, de necesidad imperiosa de innovación “filosofar es perder el tiempo”.

Pues bien, todo cambio profundo es –también– un cambio filosófico.

Entiendo la filosofía como la relación que existe entre lo que decimos, lo que hacemos, lo que pensamos y la realidad. Cuatro nodos relacionados por conceptos, valores, culturas, estatus, imaginarios, etc. Estas relaciones se asientan en unos principios básicos incuestionables y rígidos –pero pocas veces desvelados– y otros, más plásticos, más multiformes, moldeables. Pues bien, esos principios básicos incuestionables y que operan con la mayor de las sutilezas, hoy se tambalean, se quiebran.

La acción filosófica nos permite observar estas relaciones, descubrir lo que hay detrás de ellas. En definitiva, cuestionar lo que tenemos desde sus bases para poder construir algo mejor. Algo que todos –hoy nadie se libra– reclamamos.

Por tanto, podemos decir abiertamente que llegan tiempos para la filosofía. No es casualidad que ciertos tabúes –no podían ser ni citados– empiecen a tener presencia en discursos y escritos como, por ejemplo, la lógica de la acumulación capitalista. No es casualidad.

Decía Alfonso Vázquez en la segunda sesión del Foro Hobest:
“Los valores no son un desarrollo voluntarista en el vacío. Los valores genuinos no existen como poso, sino como forma de combate”.

«"Pensar es fácil, actuar, difícil; pero lo más difícil, actuar siguiendo nuestro pensamiento", escribió un Goethe que supo combinar la creación con la actividad político-administrativa.» – Lo recoge así Ignacio Sotelo en un interesante artículo bajo el título: “La dificultad de actuar”.

Pensar es fácil, cuando se queda allí, en el plano del pensamiento alejado de la realidad, sin vocación de pasar a la acción, sin conexión real con ésta. Pensar valores, decir valores que no se materializan. Eso es fácil y se hace continuamente. Lo difícil es hallar relaciones coherentes entre todo ello, y ello representa una búsqueda, un combate continuo, como dice Alfonso. Cuestionar continuamente las relaciones entre lo que decimos, hacemos, pensamos y la realidad, desvelar continuamente la filosofía que hay detrás para construir nuevas filosofías, nuevas relaciones; relaciones materiales, realidades, no entelequias teóricas. Por ello, digo que llegan tiempos para la filosofía.

Por cierto que en el Foro Hobest seguimos hablando de estas y de otras cosas. La última sesión la tuvimos en el Hotel Urune de Muxika (foto), aceptando la invitación de Aurkene (Enbor Kontsultoreak). Un precioso lugar para disfrutar de la vida, y ¿filosofar?. Me han encomendado que escriba algo que introduzca el debate para la siguiente sesión, que ya será el año que viene. Tendréis noticias…

Por cierto, la foto es de Piluky en flickr. No las conozco pero los eslóganes y el hecho de reivindicarlos me parecen convergentes con este escrito.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy bonito, Maite! Me permito aportar unos párrafos de Deleuze y Guattari en su libro “¿Qué es la filosofía?”:

“Los conceptos son centros de vibraciones, cada uno en sí mismo y los unos en relación con los otros. Por esta razón, todo resuena, en vez de sucederse o corresponderse. Los conceptos en tanto que totalidades fragmentarias no constituyen ni siquiera las piezas de un rompecabezas, puesto que sus perímetros irregulares no se corresponden. [...] No resulta equivocado al respecto considerar que la filosofía está en estado de perpetua digresión o disgresividad.”
“Por este motivo sienten los filósofos escasa afición por las discusiones. Todos los filósofos huyen cuando escuchan la frase: vamos a discutir un poco. Las discusiones están muy bien para las mesas redondas, pero el filósofo echa sus dados cifrados sobre otro tipo de mesa. De las discusiones, lo mínimo que se puede decir es que no sirven para adelantar en la tarea puesto que los interlocutores nunca hablan de lo mismo. Que uno sostenga una opinión, y piense más bien esto que aquello, ¿de qué le sirve a la filosofía, mientras no se expongan los problemas que están en juego? Y cuando se expongan, ya no se trata de discutir, sino de crear conceptos indiscutibles para el problema que uno se ha planteado. La comunicación siempre llega demasiado pronto o demasiado tarde, y la conversación siempre está de más cuando se trata de crear.”

Gracias por tus interesantes aportaciones.

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