Sabiduría

Rosana comentaba en nuestro último taller del Foro de Ítaca que se demuestra que “la sabiduría individual es muy superior a la del grupo”. Lo decía en referencia al fenómeno de los World Cafés.

Interesante reflexión, que comparto. La clave está en interpretar correctamente la palabra “sabiduría” y no confundirla con conceptos que puedan parecer próximos. Es decir, no significa que individualmente abarquemos conocimientos más amplios, mayores habilidades y capacidades o informaciones disponibles más extensas… Colectivamente abarcamos más.

No significa tampoco que individualmente seamos capaces de hacer más; nuestra capacidad de hacer colectiva es infinitamente superior.

Pero, nuestro proceso cognitivo es individual –¡evidente!– y en la medida que éste adquiere un grado de riqueza y madurez alto, la interconexión entre pensamiento, emoción/deseo y acción es un despliegue de sabiduría.

Si es así como se despliega la sabiduría, el concepto de "sabiduría de grupo" implicaría la interacción mental entre distintas personas, interacción de sus distintos procesos cognitivos: conexión en la vivencia del deseo y de la emoción, telepatía en el pensamiento consciente o interconexión entre cuerpos y mentes ordenando, por ejemplo, la acción del otro. Obviamente, todo esto no pasa de ser ciencia ficción. Es verdad, eso sí, que puede haber casos, inusuales, donde hay un estrecho vínculo emocional y compenetración entre dos personas donde los pensamientos son interpretados antes de ser pronunciados y muchas emociones son compartidas… Pero estos casos son una excepción.

Por tanto, sabiduría se refiere a una facultad individual y no de grupo, porque sólo individualmente se llega a un grado cada vez mayor de integración de los procesos cognitivos y su conexión con la acción. Otro tema bien distinto es que esta sabiduría pueda expandirse a través de la participación en grupos, ya que nuestro conocimiento –entiendo que todo nuestro conocimiento, excepto lo que heredamos en nuestros genes, que intuyo es muy poquito y, a veces, hasta de dudosa aplicabilidad, como el terror al silbido de las serpientes, aunque éste sea de sonido pregrabado- se construye en las relaciones.

Para seguir con este tema, también es relevante la idea de que el producto de la supuesta sabiduría se recrea en cada persona que tiene contacto con él. Se encarna de distintas formas: en formas enriquecidas de mayor sabiduría, y también en formas de simpleza que lo empobrecen hasta el punto, a veces, de alejarse al extremo de la estupidez...

El conocimiento o la sabiduría no es palabra muerta, la formulación no contiene sabiduría, sino que, a lo sumo, es un producto de ella. El matiz lo es todo. Recojo esta cita que me encantó cuando la leí en el blog.[cumClavis]: “los celtas despreciaban la escritura por considerar que era rígida y carecía de alma; para ellos, las ideas fijadas por escrito estaban destinadas a morir, pues no podían adaptarse a los imprevistos de la vida. En cambio, la palabra estaba viva y respondía mejor a los cambios.” (la cita la había extraído de esta revista). La sabiduría, como la palabra de los celtas, pertenece al reino de los vivos, no a los objetos inertes.

Deberíamos tener en cuenta este par de ideas a la hora de fijar nuestras expectativas sobre determinadas herramientas, por ejemplo, en el terreno de la web social 2.0. Hay herramientas potentísimas para difusión y manejo de información, pero puede que nos cieguen las amplísimas posibilidades que ofrecen, creándonos falsas expectativas de lo que nos pueden permitir hacer. Creo que, por lo ya dicho, su aporte a la sabiduría es indirecto, pero, a veces, ignoramos esto y nos movemos más entre fantasías que en la realidad.

Este comentario no pretende ser una crítica a estas herramientas, ¡sería absurdo además hacerlo mientras las utilizo la mar de contenta por la posibilidad de difusión y conexión que permiten…! Me parecen un gran invento que tenemos que seguir utilizando, inventando, construyendo, difundiendo, expandiendo... Simplemente pretende ser una pequeña advertencia para que también en este terreno seamos críticas y cuestionemos los paraqués y los cómos.


Foto de zell0ss

6 comentarios:

Alfonso Vázquez dijo...

Muy interesante, Maite, como siempre. Y como también es provocador para nuestras melifluas concepciones del diálogo “entre iguales”, la comunicación como pócima mágica para todo conflicto, el consenso como condición de llegada... te adjunto un (no) muy breve texto de Deleuze y Guattari en “¿Qué es la filosofía?”

“Por este motivo sienten los filósofos escasa afición por las discusiones. Todos
los filósofos huyen cuando escuchan la frase: vamos a discutir un poco. Las
discusiones están muy bien para las mesas redondas, pero el filósofo echa sus
dados cifrados sobre otro tipo de mesa. De las discusiones, lo mínimo que se
puede decir es que no sirven para adelantar en la tarea puesto que los
interlocutores nunca hablan de lo mismo. Que uno sostenga una opinión, y piense
más bien esto que aquello, ¿de qué le sirve a la filosofía, mientras no se
expongan los problemas que están en juego? Y cuando se expongan, ya no se trata de discutir, sino de crear conceptos indiscutibles para el problema que uno se
ha planteado. La comunicación siempre llega demasiado pronto o demasiado tarde, y la conversación siempre está de más cuando se trata de crear. A veces se
imagina uno la filosofía como una discusión perpetua, como una «racionalidad
comunicativa», o como una «conversación democrática universal». Nada más lejos
de la realidad y, cuando un filósofo critica a otro, es a partir de unos problemas y sobre un plano que no eran los del otro, y que hacen que se fundan los conceptos antiguos del mismo modo que se puede fundir un cañón para fabricar armas nuevas. Nunca se está en el mismo plano. Criticar no significa más que constatar que un concepto se desvanece, pierde sus componentes o adquiere otros nuevos que lo transforman cuando se lo sumerge en un ambiente nuevo. Pero quienes critican sin crear, quienes se limitan a defender lo que se
ha desvanecido sin saber devolverle las fuerzas para que resucite, constituyen
la auténtica plaga de la filosofía. Es el resentimiento lo que anima a todos
esos discutidores, a esos comunicadores. Sólo hablan de sí mismos haciendo que
se enfrenten unas realidades huecas. La filosofía aborrece las discusiones.
Siempre tiene otra cosa que hacer. Los debates le resultan insoportables, y no
porque se sienta excesivamente segura de sí misma: al contrario, sus
incertidumbres son las que la conducen a otros derroteros más solitarios. No
obstante, ¿no convertía Sócrates la filosofía en una discusión libre entre
amigos? ¿No representa acaso la cumbre de la sociabilidad griega en tanto que
conversación de los hombres libres? De hecho, Sócrates nunca dejó de hacer que
cualquier discusión se volviera imposible, tanto bajo la forma breve de un agon
de las preguntas y de las respuestas como bajo la forma extensa de una rivalidad
de los discursos. Hizo del amigo el amigo exclusivo del concepto, y del concepto
el implacable monólogo que elimina sucesivamente a todos sus rivales.”
Más adelante te responderé a otros temas, no menos interesantes, contenidos en tu post, pero por ahora,,,

Julen Iturbe-Ormaetxe dijo...

Yo creo que es terreno delicado. Porque siendo la sabiduría característica de la persona, ¿de dónde la adquiere si no es de la interacción con las demás personas?

Manel Muntada dijo...

Un grupo de sabios no, por ello, es más sabio…
Por mi parte, tímidamente creo que la sabiduría es un destilado comprensivo e individual de las aferencias que llegan del entorno (y del interno). Un destilado porque es el resultado puro, sencillo e intenso de la cantidad de información a la que nos sometemos. Me atrevo a decir que la sabiduría no se transfiere. Lo sabiduría, al compartirse, se transforma (como en un proceso de oxidación) en información susceptible de ser destilada (o no) por el otr@.
Un tema, ese complejo. Coincido con Julen en la importancia de las personas pero no tanto en poder adquirir sabiduría como en poder construir el alambique necesario para poder destilarla. La interacción con personas no te hacen más sabi@ pero puede facilitarte el llegar a serlo…al final siempre depende de la persona.

Maite Darceles dijo...

Gracias por esta interesante cita, Alfonso. Me gusta mucho esta idea de necesidad de creación en la crítica...
Julen, primero, gracias por el comentario. La interacción con otras personas no se convierte directamente en sabiduría, sino que depende de los procesos cognitivos que llevamos a cabo en esas interacciones y a partir de ellas. Esta es una de las ideas centrales de mi post. Todos conocemos a personas que interactúan con otras personas que consideramos sabias, y otras que también, que consideramos estúpidas. Pensemos concretamente en que dos personas muy distintas asisten a una conferencia. Una capta los mensajes esenciales y los elabora con su experiencia de la realidad y sus vivencias, de manera que la conferencia le ha aportado algo más de sabiduría. La otra, en cambio, parte, por ejemplo, de prejuicios sobre el conferenciante que le hacen malinterpretar gran parte de los contenidos y se queda con un par de ideas poco relevantes y sacadas de contexto que confunde con lo que realmente era esencial. Esta segunda persona no ha aumentado su sabiduría, sino probablemente, todo lo contrario... Seguiremos, que el tema es "delicado" pero muy interesante...

Alfonso Vázquez dijo...

Para más debate, remito a la relación de Alcibíades y Sócrates descrita en "EL BANQUETE" de Platón. Wikipedia y otras enciclopedias ayudan al desorientado...

Maite Darceles dijo...

Gracias, cumClavis, por pasarte y dejar tu comentario. Coincido con muchas de las frases que escribes, pero me da la sensación de que tienes una visión algo "racional" de sabiduría, como si fuera una mera suma de las informaciones que una va acumulando en su mente. Yo creo que sabiduría integra mucho más a la persona, incluyendo, por supuesto, toda su parte emocional. Creo que sabiduría se refiere a cómo integramos y desplegamos nuestra experiencia, nuestro conocimiento, nuestro pasado... en la vida, en el presente. Y es un proceso recursivo, claro.
Ayer oí esta frase en la radio que no recuerdo a quién atribuían, pero me parece curiosa, la recojo: "Los éxitos nos dan la confianza que necesitamos para poner en práctica lo que hemos aprendido de nuestros fracasos".
Y coincido contigo en que la sabiduría no se transfiere, sino que se recrea, se regenera. Creo que también va por ahí el mensaje de "El Banquete" al que alude Alfonso...

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