Cada vez que utilizo, leo o escucho el adjetivo “humano/a”, así como sus derivadas inhumano, humanizar, deshumanizar, etc. me pregunto qué significa. Quizá nunca te hayas hecho esta pregunta o quizá sí. Quizá te parezca obvio, pero a mí me parecía que la expresión adopta significados tan distintos que me llevó a reflexionar sobre ello. Distintos significados en distintos contextos. Con esta pequeña reflexión he llegado a tres caras de lo humano -imperfecto y limitado, social y ético y subjetivo-creativo-, que, integradas en un mismo concepto, contienen, en mi opinión, lo que hoy entendemos por humano.
Todo término tiene su historia a lo largo de la cual va enriqueciendo, modificando, ampliando, restringiendo e incluso bifurcando su significado. Creo que “humano” contiene los distintos antagonismos a los que se ha enfrentado a lo largo de la historia y aún se sigue enfrentando.
En primer lugar, lo humano se opone a lo divino; lo terrenal, corpóreo, material se opone a lo espiritual, ideal; lo limitado se opone a lo eterno y omnipotente. Todas las culturas, incluso las más antiguas, asumen la idea de que el humano es limitado, y se sirven de mitos, tótems, dioses y de la ininteligible y poderosísima naturaleza para asimilar y transmitir, por contraste, esta idea. En oposición a lo divino el humano es imperfecto e incoherente y, aunque persigamos lo contrario, somos –o debemos serlo- conscientes de que se trata de un objetivo total inalcanzable. En el lenguaje se expresa en contextos como “cometemos errores porque somos humanos” o al referirnos a que “la condición humana es limitada”. “Nos mostramos humanos” cuando aceptamos nuestros propios errores, nuestras debilidades, nuestras limitaciones, y somos comprensivos con los de los demás.
En segundo lugar, se opone lo humano a lo animal, lo civilizado a la barbarie, la razón a lo visceral, lo ético a la ley de la jungla. Hay actuaciones que calificamos sin titubeo de bestiales, animales, inhumanas, salvajes. Ahí encontramos este segundo acercamiento a lo que es esencialmente humano. El ser humano ha desarrollado formas de convivencia, normas morales y ordenamientos sociales, pero de ellas sólo consideramos como humanas aquéllas que podemos calificar de éticas. Utilizamos esta cara de lo humano cuando los medios de comunicación califican de inhumano el trato recibido por niños, ancianos o inmigrantes, por ejemplo, en alguna horrible trama descubierta por los cuerpos policiales, o cuando hablamos de “humanizar un conflicto violento”.
Y en tercer y último lugar, se nos presenta la dicotomía entre humano y maquinal, la creatividad frente a la repetición, el arte frente a la cadena de montaje. El ser humano es dinámico, libre, decisor, sensible, deseante, creativo a diferencia de animales –que lo son sólo en una proporción ínfima- o máquinas –que no lo son-. Cuando hablamos de humanizar las relaciones o de que se nos dispense un trato humano en un hospital o un hotel, hablamos de que la relación no se circunscriba a un algoritmo, que no se cierre en respuestas que un ordenador adecuadamente programado nos pudiera dar, sino que sintamos que lo que tenemos en frente es una persona en su integridad, en todo su ser. En una relación humana esperamos encontrarnos con individuos dotados de empatía. Esperamos que los afectos, las emociones, los sentimientos estén presentes en la relación, con mayor o menor intensidad, en función del tipo de relación. Recogemos principalmente esta parte de la esencia de lo humano también cuando hablamos de “humanizar las relaciones en una empresa” o de “deshumanización de la sociedad”.
Todo término tiene su historia a lo largo de la cual va enriqueciendo, modificando, ampliando, restringiendo e incluso bifurcando su significado. Creo que “humano” contiene los distintos antagonismos a los que se ha enfrentado a lo largo de la historia y aún se sigue enfrentando.
En primer lugar, lo humano se opone a lo divino; lo terrenal, corpóreo, material se opone a lo espiritual, ideal; lo limitado se opone a lo eterno y omnipotente. Todas las culturas, incluso las más antiguas, asumen la idea de que el humano es limitado, y se sirven de mitos, tótems, dioses y de la ininteligible y poderosísima naturaleza para asimilar y transmitir, por contraste, esta idea. En oposición a lo divino el humano es imperfecto e incoherente y, aunque persigamos lo contrario, somos –o debemos serlo- conscientes de que se trata de un objetivo total inalcanzable. En el lenguaje se expresa en contextos como “cometemos errores porque somos humanos” o al referirnos a que “la condición humana es limitada”. “Nos mostramos humanos” cuando aceptamos nuestros propios errores, nuestras debilidades, nuestras limitaciones, y somos comprensivos con los de los demás.
En segundo lugar, se opone lo humano a lo animal, lo civilizado a la barbarie, la razón a lo visceral, lo ético a la ley de la jungla. Hay actuaciones que calificamos sin titubeo de bestiales, animales, inhumanas, salvajes. Ahí encontramos este segundo acercamiento a lo que es esencialmente humano. El ser humano ha desarrollado formas de convivencia, normas morales y ordenamientos sociales, pero de ellas sólo consideramos como humanas aquéllas que podemos calificar de éticas. Utilizamos esta cara de lo humano cuando los medios de comunicación califican de inhumano el trato recibido por niños, ancianos o inmigrantes, por ejemplo, en alguna horrible trama descubierta por los cuerpos policiales, o cuando hablamos de “humanizar un conflicto violento”.
Y en tercer y último lugar, se nos presenta la dicotomía entre humano y maquinal, la creatividad frente a la repetición, el arte frente a la cadena de montaje. El ser humano es dinámico, libre, decisor, sensible, deseante, creativo a diferencia de animales –que lo son sólo en una proporción ínfima- o máquinas –que no lo son-. Cuando hablamos de humanizar las relaciones o de que se nos dispense un trato humano en un hospital o un hotel, hablamos de que la relación no se circunscriba a un algoritmo, que no se cierre en respuestas que un ordenador adecuadamente programado nos pudiera dar, sino que sintamos que lo que tenemos en frente es una persona en su integridad, en todo su ser. En una relación humana esperamos encontrarnos con individuos dotados de empatía. Esperamos que los afectos, las emociones, los sentimientos estén presentes en la relación, con mayor o menor intensidad, en función del tipo de relación. Recogemos principalmente esta parte de la esencia de lo humano también cuando hablamos de “humanizar las relaciones en una empresa” o de “deshumanización de la sociedad”.
Maite Darceles
PD: Podríamos titular este vídeo algo así como...
Humanos deshumanizados o vidas sin vida:
Título original: "15 días en agosto", de Edu Glez, http://www.tropofilms.com/
Voz off: Pablo Álvarez; Música: Óscar Benas
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