Alfonso hacía unos interesantísimos comentarios al post anterior, por lo que inicio una nueva entrada que siga con aquellas reflexiones. El tema y sus reflexiones pueden seguirse a través de múltiples bifurcaciones, pero hay una que me interesa especialmente:
Solemos decir que cada cual elige libremente cómo quiere vivir, tratando de buscar su propia felicidad y, al menos en apariencia, existe libertad para esta elección.
Alfonso nos habla de la siguiente disyuntiva: llamamiento a domeñar los deseos (y vivir una vida sin deseos turbadores) o elegir la realización de los mismos sin su correlato de culpa y frustración.
Me interesa reflexionar sobre la idea de lo social coartando la libertad individual de elegir la propia vida. La presión social actúa doblemente: por un lado, instando a la primera de las opciones; segundo, alimentando los mecanismos de la culpa y la frustración.
La presión social actúa también -aunque será este un mecanismo ligado estrechamente a los anteriores- tratando de universalizar lo que no es universal (es así una lógica generadora de conflicto y distorsión individuales) y creando estereotipos: idealizando algunos, magnificando sus caras más bonitas y ocultando sus caras oscuras, y denigrando otros, haciendo lo contrario.
Lo terrible de todo esto es que eso que he llamado presión social, con todos sus sutiles y complejos mecanismos, opera a través de cada uno de nosotros. No tiene ninguna otra sustancia más que esa. Contribuimos, como tantas otras veces, a consolidar precisamente aquello que queremos combatir.
Una de las preguntas que me hago es a quién beneficia esto, ya que es difícil de entender que las cosas sean de una determinada manera si de otra hubiera mucho más beneficio global, pero, por desgracia, es algo a lo que estamos acostumbrados. Someternos a lógicas donde todos salimos perdiendo. Además, seguro que hurgando hurgando encontraríamos que el Poder (ese que no tiene cara ni nombre pero está, opera, y ¡claro que lo hace!) consigue muchos beneficios de todo esto y sobre todo tiene la llave para su perpetuación.
Pero aunque sea ingenuamente quiero soñar con una sociedad diferente: más sana y constructiva, que fomente la expresión y desarrollo libre de las personas, su diversidad, que invente una nueva forma de comunicación (simbólica) que supere los estereotipos... Sería un contexto donde más personas alcanzarían la felicidad, o serían felices más intensamente o por más tiempo, o cuando menos, se reduciría buena parte de su sufrimiento. Dejo esa intuición que quizá algún día retome. ¡¡Y seguiremos soñando!!
Libertad individual y lo social
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